¡Haz click en la imagen para encontrar el libro del cual hablamos en este blog post!
No sé cómo respirar. Trato de recordar, pero el oxígeno entra a mi cuerpo con torpeza. Mi corazón parece que saldrá corriendo en cualquier momento. Siento aquel peso extraño en mi estómago que por poco había olvidado. Trato de acomodarme en mi cama, no puedo levantarme; una fuerza me mantiene inmóvil. El tiempo pasa, no soy consciente de los minutos. No estoy segura en qué momento todo se vino abajo. Algo iba a suceder y no sé por qué. Quiero salir corriendo, no mirar atrás e irme lejos. Quiero correr, pero mi cuerpo no se mueve. Es como si estuviera conteniendo un grito, deteniendo las lágrimas. La cabeza me pesa. Mi mente está y no está.
Eso fue lo que sentí hace unas horas. Mi cuerpo estaba alerta de repente y no me acordaba muy bien de esa antigua sensación. El sentir que sucedería algo, sin saber muy bien qué, a pesar de estar en los confines de mi habitación. Había comenzado a leer los temas que tenía que revisar para la clase del día siguiente y no tenía idea de cómo comenzar mis tareas. Sentí miedo de volver a la escuela. Temía no hacer las cosas bien de nuevo. Tardé más de lo normal para tranquilizarme y, cuando lo logré, me dolían algunos dientes porque había puesto demasiada presión en la mandíbula inconscientemente.
Cuando trataba de tranquilizarme durante este ataque de nervios o ansiedad, me acordé de ciertas técnicas que me había enseñado mi psicóloga que pueden ayudar para este tipo de situaciones. Me enfoqué en mi respiración; traté de respirar profundo y de forma controlada. También recordé aquella técnica que implica en buscar un número determinado de objetos de un mismo color. Busqué tres cosas rojas en un intento de regresar al aquí y al ahora. No era ningún método que hubiese aprendido, pero traté de enfocarme en la letra de algunas canciones y en su significado. Pasaron los minutos y, finalmente, me sentía mejor.
Hay momentos, como el que relaté anteriormente, en los cuales nos olvidamos del presente y nos sumergimos en nuestra propia mente.
Algunas personas se ven congeladas en el pasado, torturándose por cosas que ahí se quedaron y que no volverán; otrxs quedan paralizados al imaginar el futuro y pensar en un “quizás”; pero, al fin y al cabo, ninguna de las dos personas está en el presente en su totalidad.
Es demasiado complicado a veces tratar de callar esos pensamientos que no nos permiten estar en el momento. Existen algunas personas que, sin tener otro conocimiento, creen estar destinadas a sufrir por una cantidad de tiempo determinada; sin embargo, la realidad siempre será otra. Si tú crees que eres una de esas personas, déjame decirte que no tienes por qué sufrir para toda la vida. Está en ti buscar ayuda y encontrar la forma de aprender técnicas que te regresen a esta realidad y que te permitan lograr una atención plena.
El lograr una atención plena usualmente se relaciona con el concepto de mindfulness que involucra técnicas como la meditación. No te hablaré más sobre este tema porque no estoy capacitada para ello, pero te recomiendo el nuevo capítulo del podcast “Soy Anne”, donde se habla de mindfulness y se comenta sobre el libro “The Mindful Path to Self-Compassion” de Christopher K. Germer. Por otra parte, me gustaría hacer énfasis en la importancia de estar consciente en el presente y dejar ir aquellos pensamientos que nos llevan por el camino del sufrimiento.
Como he mencionado antes: no tienes que sufrir siempre. Es muy fácil decir las cosas, claro está, pero creo que la razón por la que no logramos estar en el presente es porque no dejamos ir cosas del pasado o nos torturamos por lo que pueda pasar en el futuro. De cualquier forma, cuando estamos dándole muchas vueltas a nuestros pensamientos usualmente se relacionan con nosotrxs mismxs. Nuestra mente suele torturarnos con pensamientos relacionados con culpa o con sentirnos insuficientes, por mencionar algunos ejemplos. La realidad es que a veces somos bastantes amables y considerados con las personas que queremos, pero muy pocas ocasiones somos así con nosotrxs mismxs.
Existen momentos, como el que conté al principio de este blog, en los cuales sentimos que algo muy malo va a suceder o que todo saldrá mal. Sentimos que somos perseguidxs, observadxs y juzgadxs, cuando en realidad todo esto mayormente generado por nuestra mente. El volver a sentir todo esto nuevamente, me hizo ser más consciente de la letra de “The Archer” (sí, nuevamente mencionaré una canción de Taylor Swift) una canción que amo y que, curiosamente, habla de la ansiedad. “El cuarto está en llamas, humo invisible” (The room is on fire, invisible smoke) es una línea que de pronto describe perfectamente lo que había sentido. Sentía que estaba en peligro, que todo estaba siendo consumido por el fuego, pero ni siquiera existía una sola señal de humo. Estaba tan inconsciente del presente que olvidé que estaba a salvo.
Nuestra mente es demasiado poderosa, nos puede hacer ver las cosas más diminutas en las más gigantescas y podemos olvidar dónde estamos. Puede parecer que no y muchas veces es muy complicado creerlo, pero estamos a salvo. “Estás a salvo” es algo que dijo Anne en el podcast y que me había dicho antes como una frase que ella utiliza para bajar el volumen de ciertos pensamientos demasiado ruidosos. Y es verdad: estoy a salvo, estás a salvo, estamos a salvo. No importa qué tan grande sea el monstruo en tu cabeza, la mayoría de las veces solamente está siendo demasiado ruidoso para llamar nuestra atención. Así que, cada vez que pienses que algo muy malo va a suceder, sin saber muy bien qué, recuerda que probablemente no existen suficientes pruebas para confirmar que sea algo real. A veces simplemente estamos siendo muy poco compasivos con nosotrxs mismxs y permitimos que el sufrimiento nos alcance.
El sufrimiento llega porque no soltamos ciertas cosas. Algunas veces podemos perdonar y dejar ir lo que han hecho otras personas, pero, de alguna forma, parece imposible hacer lo mismo con nosotros mismos. En ocasiones, cuando algo que nos afecta sucede, optamos por ignorar lo que sentimos y fingir que nada ha sucedido, en un acto de quizás hacernos lxs fuertes; no obstante, esto lo hace todo peor porque el dolor se acumula hasta convertirse en una gran bola de nieve. Está bien sentir lo que te afecta, reconocer ese dolor. Es necesario sentir lo que necesitas sentir en el momento. Llora, si necesitas hacerlo. Siente todo en el momento, pero no lo desatiendas. Háblalo, busca ayuda si lo necesitas, pero no lo ignores.
Sé que puede sonar extraño de repente que yo, una persona que muy recientemente experimentó un momento de bastante ansiedad (porque probablemente no bajó muy bien el volumen de sus pensamientos), diga todas estas palabras, pero realmente las creo. Es difícil pensar racionalmente en momentos de crisis; sin embargo, escribir aquí también me ayuda a materializar ciertas realidades que a veces a mi mente todavía se le dificulta creer.
Es verdad que al comenzar a escribir este blog yo no me sentía al cien, pero eso no significa que no esté tratando de combatir los pensamientos que tratan de tomar el control. El sentirte mal no significa que has perdido todo el progreso que llevas acumulado. Es un proceso constante de caer, curarte las heridas y ponerte de pie nuevamente.
De nuevo, tenemos que ser más compasivxs con nosotrxs mismxs. Hay que tratar de cuidarnos tal como lo hacemos con las personas que amamos. Tenernos compasión, lamentablemente para muchos, no es algo que se logre de un día a otro. Es un tema difícil y requiere de distintos métodos; por esto, me gustaría invitarte a que escuches el octavo capítulo del podcast “Soy Anne”, que trata más a profundidad este tema.
Por otra parte, si estás teniendo problemas para lidiar con pensamientos intrusivos o pasas constantemente por situaciones similares a la relatada en el primer párrafo, te recomiendo que busques ayuda profesional. Personalmente, te recomiendo a Anne.
Recuerda, estás a salvo. No estás solx.
Kass.
Comments